Durante sesenta y cinco días recorrimos el sur del continente americano, tratando de mantener una mente abierta dispuestos a entender las costumbres, las creencias y las formas de ser de sus habitantes Degustamos sus comidas típicas, bailamos su folclor y nos interesamos por conocer sus costumbres. Nuestro asombro por la naturaleza visitada no ha decrecido a lo largo del viaje. Hemos disfrutado la vista de sus montañas nevadas, del frío glacial de sus desiertos, de la dureza mostrada por la tierra del fuego, del abismo inconmensurable de la pampa, de la asombrosa soledad de la Patagonia. Sus valles sembrados de viñedos, la fuerza imponente de sus glaciares, la vista insondable de sus lagunas, la naturaleza salvaje de sus innumerables paisajes, la cortesía cordialidad permanente de sus habitantes, nos han enseñado que el mundo es uno solo, que las fronteras en la naturaleza no existen y que las ideologías que separan a los hombres pueden convertirse en ficciones, cuando todos podamos comprender que solo poseemos una casa en común que tenemos la obligación de conservar, para que otras generaciones se sorprendan e interpreten a su manera el misterio perpetuo que acompaña la vida.