El libro aborda el debate actual sobre la conveniencia de establecer un impuesto sobre las transacciones financieras (ITF). Los defensores de este impuesto, conocido como Robin Hood Tax, con origen en la tasa Tobin, creen que su introducción aportaría una elevada recaudación, reduciría la volatilidad del mercado y evitaría que se destinasen a la actividad de trading, que no ofrece valor social, enormes inversiones tecnológicas. Además, consideran que contribuiría a mejorar el nivel de equidad social, al recaer sobre los ricos. Los detractores del ITF, sin embargo, indican que generaría ineficiencia económica, deterioraría la liquidez del mercado, reduciría la inversión productiva y produciría mayor volatilidad en el precio de los activos. También dudan de su capacidad recaudatoria, por su efecto contractivo sobre la contratación financiera y la posibilidad de elusión fiscal, en presencia de innovación financiera. Por este motivo, y por el posible efecto incidencia, tampoco creen que su introducción mejorase la progresividad fiscal. El tema es relevante hoy porque diez países, España incluida, parecen dispuestos a introducir de forma coordinada en Europa una versión del ITF.